El sexo está damnificado en Caracas

Los moteles de la capital venezolana sirven desde diciembre como albergue a los refugiados de las persistentes lluvias de 2010. Aunque el acuerdo de refugio que se firmó con la Alcaldía expiró el pasado 31 de diciembre, más de 1.200 habitaciones -que antes utilizaban parejas para encuentros amorosos- continúan ocupadas sin fecha definitiva para el "check out"




La bandera tricolor que lucen los hoteles de la céntrica zona de Plaza Venezuela, en Caracas, están ajadas y descoloridas. Más de dos meses llevan izadas en las fachadas de estos establecimientos, luego que la Alcaldía de Libertador ordenara colgarlas como símbolo de la ocupación del lugar para beneficio de los damnificados de las lluvias que afectaron al país desde finales de noviembre de 2010.
La mayoría de los hoteles de la zona son de alta rotación, de esos cuyas habitaciones se contratan por horas para resolver las necesidades sexuales. Casi todos están repartidos a lo largo de la avenida Las Acacias, aunque pocos en Caracas utilizan este nombre para identificar a la vía que conecta la zona de Bello Monte con Plaza Venezuela: de tanto uso terminó rebautizada como “La calle de los hoteles”.  
Cerca de 70 establecimientos de hospedaje de la capital sirven de albergue para los refugiados, de acuerdo a la cuenta de la Federación  del sector (Fenahoven). Inicialmente la ocupación sería sólo hasta el pasado 31 de diciembre, según el acuerdo que firmaron los gerentes de estos negocios con la Alcaldía, pero a la fecha las habitaciones siguen copadas.
“Es obvio que se ha incumplido el compromiso. Sólo hay casos, muy puntuales, donde se han ido tres o cuatro grupos”, admite José Alberto Núñez, secretario ejecutivo de Fenahoven. Alrededor de 2.600 familias resultaron afectadas por las lluvias –en los registros iniciales de la Alcaldía– y ocuparon oficialmente 1.200 habitaciones, por lo que el temor es que ante la pernocta indefinida estos establecimientos colapsen económicamente.

Sexo copado
Un pendón cuelga desde diciembre de la fachada del Hotel Yare, donde se explica que el edificio fue cedido “gratuitamente” a la Alcaldía de Libertador para albergar a los afectados por las lluvias. Eso también se lee en el documento que la municipalidad le hizo firmar a todos los gerentes de los negocios intervenidos.
En el Yare, por ejemplo, se cedieron todas las habitaciones. Esto ocurrió –según cuentan discretamente algunos encargados– en los negocios que mostraron menor disposición a colaborar. Algunos como El Gabial, uno de los pocos hoteles de tipo familiar en la zona, lograron negociar con las autoridades para mantener operativas algunas habitaciones: “Tenemos como damnificados a niños con parálisis cerebral, mujeres en gestación. La Alcaldía nos surte de alimentos y nosotros prestamos nuestra cocina”, cuenta la representante legal, Yordacnis Hernández.
Un total de 60% disminuyeron los ingresos de los hoteles de Plaza Venezuela tras la llegada de los damnificados a inicios de diciembre, según los cálculos  de varios propietarios. En el Hotel Merey, por ejemplo, fueron tomadas 23 de las 37 habitaciones: “Diciembre era una buena época para el negocio”, lamenta uno de sus empleados que prefiere no ser identificado.
Un recepcionista de El Merey explica que cada habitación albergaba –en un día bueno– a tres parejas en promedio, pero ahora donde antes pululaban parejas duermen familias afectadas por la lluvia. Un alojamiento, con jacuzzi incluido, por seis horas en este hotel estaba tasado en Bs.F. 210, lo que implicaría un ingreso general para el negocio en una jornada provechosa de 23.000 bolívares fuertes. 
A lo largo de estos dos meses en varios hoteles se han suspendido los servicios de aires acondicionados y el teléfono. Incluso, algunos admiten que han pedido a las autoridades que faciliten sábanas para los damnificados. “Tan sólo en lavandería podemos gastar más de Bs.F. 15.000 al mes, y nadie nos está cubriendo los gastos”, agrega un gerente.   

Techo bajo custodia
La casa de Yamileth Iztúriz en los Magallanes de Catia, al oeste de Caracas, cedió por presión de la lluvia en diciembre de 2010. A ella le tocó hospedarse –junto a sus cuatro hijos– en el Hotel El Gabial, donde comparte refugio con otras 30 familias. Su realidad contrasta con los huéspedes que ocupan otros establecimientos de la zona.
En “La calle de los hoteles” ahora es recurrente observar a niños jugando en las aceras. También a otros “huéspedes permanentes que no podemos dejar en la calle”, cuenta la encargada del motel La Liana, Beni Sanabria, en alusión a un transexual que cruza el lobby para salir a la avenida.

Cuando las familias se instalaron en diciembre una delegación médica de la Alcaldía realizó un censo de salud para verificar el estado de los damnificados. Apenas algunas micosis, tos y gripe fue lo que registraron, según contó en ese momento Olga Colmenares, jefe de uno de los grupos, que trabajó en conjunto con estudiantes de la Universidad Bolivariana de Venezuela y enfermeros cubanos de la Misión Barrio Adentro.
La municipalidad intentó distribuir a los damnificados de acuerdo a su procedencia: todos los del sector de Macarao, una populosa zona al oeste de Caracas, por ejemplo, se hospedan entre los hoteles Termiun y Vox. La mayoría de los que están allí no tiene casa a donde volver, pues explica Carmen Piñores, representante del gobierno parroquial de la comunidad, los bomberos le dieron la orden de abandonarlas para siempre.
En el pequeño motel El Madrigal, las familias –ocho en total– provienen de Antímano y Catia, al oeste de la capital. El grupo agradeció estar en los hoteles de Plaza Venezuela en enero, cuando se reiniciaron las actividades escolares: “Podemos llevar en Metro a los niños, para que vayan al colegio. No hemos tenido que organizarnos, ni pedir autobuses para trasladarlos como ha ocurrido con otras familias”, cuenta Yelitza Pico, vocera de los refugiados del edificio.
La joven ofrece  la declaración custodiada por un militar, en cuyo distintivo resalta el apellido Arreaza. “Está prohibido dar declaraciones a los medios (...), es necesario una autorización”, advierte el funcionario. Sólo le pregunta a Pico por su comodidad en el lugar, a lo que ella responde parcamente: “estamos muy bien aquí”.   
Pico no alcanzó a aclarar si  le han informado sobre el pronto realojamiento. Apenas se conoce que el vicepresidente Elías Jaua anunció el 3 de enero que se iniciaría el traslado de los refugiados que se encontraban en escuelas, aunque hasta la fecha ninguna autoridad se ha referido a los que están en hoteles.

Gremio sin respuesta
En Fenahoven dicen no haber tenido contacto con la Alcaldía de Libertador, pues como gremio su único trato ha sido con el Ministerio de la Defensa. Núñez explica que en diciembre cambiaron al militar que desde la coordinación operativa facilitaba el enlace de trabajo, mientras que quedó en manos de los dueños de los hoteles negociar directamente los acuerdos con la municipalidad.
Esa discrecionalidad fue la que hizo que variara la cantidad de habitaciones ocupadas en cada negocio. En el Hotel Yare –que en diciembre fue ocupado 100%- los dueños lograron a inicios de 2011 un acuerdo parcial, pues parte de los refugiados fueron llevados posteriormente a otro inmueble de su propiedad.
La negociación no sirvió para los propietarios del Hotel Luna, donde los damnificados se alojan desde diciembre en 44 de sus 65 habitaciones: la Alcaldía de Libertador les notificó que expropiarán un terreno contiguo, donde antes de las lluvias habían iniciado la construcción de un área anexa para remodelar su hostal, lamenta uno de sus encargados.
En estos establecimientos ningún gerente declara abiertamente a los periodistas, pues confiesan  sentir temor de lo que pueda ocurrir con su hotel: apenas recuerdan que en el acuerdo inicial se les reconocía la "posesión del inmueble y su administración". Las autoridades han cumplido hasta la fecha con la entrega de alimentos, sin embargo, en algunos centros se han tomado medidas para reducir costos y sobrevivir mientras que el sexo no vuelva a ser su razón de negocio.
Juan Pablo Arocha / @jparocha

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