Caracas invadida por un techo

Alrededor de 76 espacios privados están ocupados en la capital de Venezuela. En la lista no figuran los inmuebles pertenecientes al Estado, como la torre Confinanzas de 52 pisos  al oeste de la ciudad, que lleva tres años en manos de una cooperativa. Los invasores han buscado formas de organización para evitar perder su nueva  residencia

Una vieja máquina para marcar con tarjeta el horario de trabajo de los empleados reposa en el piso siete del edificio Vermont, al oeste de Caracas. Adosada a la pared y llena de polvo, pasa prácticamente desapercibida por quienes ahora ocupan el inmueble de trece niveles: son 48 familias que tomaron la estructura hace ya cinco años para resolver su crisis habitacional. El contador quedó como un recuerdo de que allí antes funcionó una fábrica privada.
Los espacios abiertos de cada piso en el Vermont fueron divididos con tablones de madera para separar los espacios improvisados de los apartamentos, sólo aquellos que han podido ahorrar un poco más de dinero han logrado aislar sus viviendas con un material más sólido que evite que el ruido se cuele fácilmente. Sin embargo, el baño es compartido pues en la mayoría de los niveles hay más familias que sanitarios.

Invasiones aumentan en Caracas / Foto: Renier Otto

Este edificio forma parte de la lista de 24 inmuebles invadidos en la parroquia La Candelaria, según ha contabilizado la propia Asamblea de Ciudadanos del sector al oeste de la capital. Esta en manos de una organización comunitaria de vivienda (OCV) denominada “Unidos por Vermont”, que se constituyó recientemente para lograr sentarse en una mesa de trabajo junto a autoridades del gobierno del Distrito Capital.

Ocupantes independientes
La multiplicación de invasiones en la capital ha crecido en los últimos años, dice el concejal metropolitano Máximo Sánchez, aunque en su dependencia no tienen un registro consolidado sobre todos los inmuebles ocupados. Sólo la Asociación de Propietarios de Inmuebles Urbanos (Apiur) cuenta con un informe parcial donde contabilizan que actualmente se mantienen 76 espacios privados en manos de tomistas en toda el área metropolitana de Caracas, incluidos terrenos y edificaciones.
El propietario del Vermont –“un hombre mayor judío”, según lo describe la ocupante Liseth Díaz- estaría dispuesto a vender su inmueble, pero en una negociación directa con las autoridades del Distrito Capital. La salvedad la hace porque sobre esta invasión existe una disputa de liderazgos entre quienes han vivido en la toma desde hace cinco años y el organizador inicial de la invasión, Elvis Rivas, coordinador de la Fundación Nacional Comité de los Sin Techo.
Judith Sequeira, una de las delegadas de la OCV ante el Distrito Capital, cuenta que Rivas ha dirigido cerca de una treintena de tomas en los últimos años en varias edificaciones de Caracas. A cambio de solucionar los problemas habitacionales de varias familias, recibe una suerte de arrendamiento que puede superar los mil 500 bolívares fuertes mensuales. “Nosotros estamos muy agradecidos con Elvis, pero ahora queremos organizarnos”, dice.
Desde noviembre de 2010 el gobierno del Distrito Capital instaló una mesa de trabajo denominada “Ocupantes de edificios organizados”, a la que se sumó a inicios de este año la OCV del Vermont. Su objetivo es obtener la propiedad del inmueble y mejorar las condiciones en las que duermen los aproximadamente 250 vecinos. “Se está tomando la palabra que dio el presidente Hugo Chávez, organícense y vengan a mi”, considera Díaz.
Los acuerdos directos con el gobierno del Distrito Capital fueron rechazados por Rivas, tanto que los vecinos aseguran que han debido incluso acudir a la Fiscalía para denunciar amedrentamiento de su parte. “No le gusta porque le estamos tocando sus intereses”, dice Sequeira, quien critica que el dinero que la comunidad entrega no se reinvierta en el inmueble: “Si se habla de socialismo no debería ir todos los bienes a un bolsillo”.

Tomas del Estado
Hace dos semanas acudió a la mesa de trabajo con los ocupantes el presidente del Fondo de Protección Social de los Depósitos Bancarios (Fogade), David Alastre, y el consultor jurídico de la institución, Néstor Sayago. Lo hicieron “porque hay varios edificios ocupados que pertenecen a ellos”, cuenta Sequeira, producto de las intervenciones y quiebre de instituciones financieras desde la década de los 90.
Uno de ellos es la Torre Confinanzas, ubicada en San Bernardino al oeste de Caracas. Pretendía ser el rascacielos más alto de Venezuela y el octavo de América Latina, pero la intervención en 1994 del Banco Metropolitano –el grupo financiero detrás del proyecto- dejó a medio terminar una construcción de tres torres, con helipuerto incluido, donde ahora habitan alrededor de 860 familias.
De los 52 pisos que tiene la torre principal hay 28 ocupados, cuenta Lee Hernández, integrante de la Asociación Cooperativa de Vivienda “Cacique de Venezuela” que ahora regenta el lugar. Son en total cerca de dos mil 500 vecinos –incluido alrededor de 500 niños- que suben y bajan diariamente por las escaleras, porque en ese edificio nunca se terminaron de instalar los ascensores.
La cooperativa Cacique no participa en las mesas de trabajo del Distrito Capital, pero Hernández cuenta que desde hace tres años han intentado sin éxito lograr el apoyo de alguna dependencia oficial. Incluso buscaron un enlace con Fogade, “pero han sido fallidos. No nos han dado la respuesta que necesitamos para conversar”. Tampoco en la Fundación para el Desarrollo del Poder Comunal (Fundacomunal) donde los vetaron por ser invasores cuando pretendieron inscribirse como una comuna socialista.
“A nosotros nos dijeron que nos organizáramos, que investigáramos de quién era el edificio y que si pertenecía a Fogade, teníamos las puertas abiertas”, cuenta Sequeira, sobre las discusiones en las mesas de trabajo con el Distrito Capital. En el edificio Vermont van todavía por la primera fase de la construcción del “colectivo”, con el levantamiento de un censo detallado para adaptarse a las exigencias que le han solicitado.

Invasión autónoma
La gigante Confinanzas asusta por lo imponente, porque de algunos espacios todavía emergen vigas sin concluir, laderas que dejan libre el precipicio y laberintos que se oscurecen de pronto cuando los rayos de sol no alcanzan a penetrar. Sin embargo, en el área hay viviendas, cibercafés, abastos y hasta una iglesia cristiana. “Esto se ha construido con el apoyo del mismo colectivo”, asegura Hernández.
Torre Confinanzas / Foto: Renier Otto
Cada familia que vive en Confinanzas cancela mensualmente 150 bolívares fuertes que sirven para abultar un fondo común; de donde salen los recursos para cancelar a las cuadrillas de vigilancia, servicios generales y el comité de salud. Son vecinos del mismo edificio –explica Hernández– quienes atienden directrices de un grupo coordinador del inmueble y su presidente, Alexander Díaz.
“Cuando se va a ocupar hay que estudiar primero el sitio, la procedencia del edificio, quiénes son los dueños, qué tiempo tiene abandonado y la trayectoria que ha tenido”, dice Hernández. Al iniciarse la toma eran 48 personas las que dirigían al “colectivo”, recuerda,  pero dice que hubo que sanearlo porque pretendía convertir el área en un refugio de delitos. Allí la iglesia Cristina jugó su papel importante.

Proyecto de vida
Siete talleres de costura hay en los primeros pisos del invadido edificio Vermont: las máquinas dan trabajo a algunos de los nuevos ocupantes, aunque la comunidad desea aprovechar las condiciones para impulsar un proyecto de producción textil. Esta idea también fue promovida inicialmente por Elvis Rivas, pero “aquí nunca ha funcionado nada en cinco años”.
Lo afirma Díaz, quien explica que la retoma de la propuesta tiene como objetivo permitir que los vecinos tengan una fuente de ingresos y mantener el edificio. Así lo hace incipientemente Astrid Baptista, quien dirige a un equipo de cuatro mujeres, todas equipadas con máquinas de coser: “trabajamos para terceros y cobramos dos mil bolívares por pieza, porque no tenemos materia prima”.
Baptista dice que las máquinas de coser son de su propiedad, incluso asegura que tuvo otras que debió vender para poder comer cuando el trabajo se hizo escaso y la vida costosa. Además del área de zurcido, también hay en el edificio otros grupos que se dedican a cortar y estampar prendas.
Hasta ahora del bolsillo de la misma comunidad ha salido dinero para cancelar una deuda de Bs.F 15.000 para la electricidad, una parte aseguran que era mora del propietario original. También se han puesto al día con el servicio del agua y, esperan, que reactivando las máquinas de coser puedan sacar más provecho para sus trabajadores y la comunidad.
Este modelo de crear grupos de trabajo entre los invasores también se aplica en el edificio Confinanzas, allí funciona incluso una cooperativa de moto taxistas que prestan servicios a los vecinos y a quienes pasan por la calle. La organización ha permitido incluso para atender a quienes el Estado no alcanzó a socorrer: en diciembre 25 nuevas familias arribaron a la torre, eran damnificados de las lluvias de la época que buscaron infructuosamente refugio en el expropiado centro comercial Sambil, habilitado como albergue, que está ubicado apenas a tres cuadras de la ocupación.
“El presidente de la cooperativa, Alexander Díaz, decidió traerse a los damnificados para acá. Eran familias que estaban pasando necesidades”, cuenta Hernández. De esos nuevos inquilinos, que inicialmente fueron principalmente atendidos por la iglesia cristiana, sólo quedan 15 porque los diez restantes “se fueron por su propia voluntad”.
Luego de tres años de invadida la torre Confinanzas en sus espacios hay damnificados, desempleados, funcionarios de gobierno y efectivos militares. Todos tienen en común, dice Hernández, la necesidad de tener un techo ante la crisis habitacional. De allí algunos han partido, “porque han tenido logros” lo suficientemente satisfactorios para conseguir una residencia más estable. Siempre, por cuenta propia.
Juan Pablo Arocha / @jparocha





2 comentarios:

  1. HOY 16 de julio del 2012 a las 8 de la noche sera invadida una torre especificamente a dos cuadras del centro comercial el recreo de color azul a las 8 de la noche

    ResponderEliminar